Hay que decir que dependemos de las empresas farmacéuticas: son ellas las que tienen en su poder las vacunas que deberían ayudarnos a superar la pandemia actual. Pero es precisamente en este punto donde surgen reflexiones que me gustaría compartir con ustedes.
La dimensión económica
La industria farmacéutica es una de las mayores y más rentables del mundo. Muchas de las llamadas “grandes farmacéuticas” tienen unos ingresos anuales que superan los de la mayoría de los países del planeta. A modo de ejemplo, Johnson & Johnson es más rica que países como Nueva Zelanda y Hungría. Aún más significativo: Novartis y Glaxo tienen cada una un volumen de negocios anual que equivale aproximadamente a una cuarta parte (48.000-49.000 millones de euros) del importe total del Fondo de Recuperación para Italia (209.000 millones de euros).
A continuación, figuran los volúmenes de negocios (chiffre d’affaires) de las diez primeras multinacionales del sector para 2020.
La salud como mercancía
La progresiva privatización de la sociedad occidental ha llevado a la mercantilización de todos los sectores, incluida la sanidad, delegando cada vez más servicios al sector Esto ha supuesto que las administraciones públicas hayan dejado de encargarse de la dirección y gestión de un área tan estratégica como la salud colectiva. Se ha preferido financiar laboratorios farmacéuticos privados en lugar de la investigación universitaria, desmantelando a menudo instituciones públicas de prestigio.
La perspectiva empresarial
Desgraciadamente, las empresas privadas tienen como objetivo el beneficio y no el bienestar público, por lo que la situación que se ha creado con las vacunas, aunque en muchos aspectos singular y contradictoria, no debería resultar chocante. De hecho, desde el principio de la pandemia, las empresas farmacéuticas que habían decidido dedicarse a la investigación de vacunas fueron financiadas en gran parte por todos los estados del mundo. Se reproducía así un esquema bastante curioso, en el que el gasto público representaba una transferencia gratuita a las empresas farmacéuticas, mientras que el beneficio seguía siendo privado y la colectividad no recibía a cambio ninguna garantía de control e intervención. En la práctica, financiamos vacunas destinadas a sernos revendidas con un importante margen de beneficio, en el tiempo y forma elegidos por las empresas. ¡Un clásico esquema WIN-WIN!e
Los límites del libre mercado
Hace unas décadas todavía existía la primacía de la sanidad pública sobre la privada, donde los Estados desempeñaban un papel clave en la gestión y la investigación científica, considerando la sanidad como un sector estratégico de la sociedad. Hoy en día, sin embargo, sólo los estados dirigistas, como China y Rusia, se desentienden de esta función de gestión en la sanidad pública. No es que falten empresas privadas dispuestas a invertir y sacar provecho de ello; simplemente no se les permite hacerse cargo de una esfera social tan importante.
Perspectivas inciertas
En última instancia, no se trata de ser comunista o seguidor de Putin. Es sólo una cuestión de sentido común: ciertas cosas no pueden dejarse en manos privadas. Las maravillosas reglas del libre mercado nos permiten limitarlas a los bienes y servicios no esenciales. La búsqueda del beneficio sólo en raras ocasiones coincide con el bienestar de la comunidad.
Angelo Cacciola Donati